noviembre 17, 2010

Aprender a leer las imágenes



Elena Stapich (Jitanjáfora)

En la relación entre los niños y los libros, los adultos somos mediadores. En este rol, los grandes suelen privilegiar, a la hora de elegir, aquellos textos que, desde su punto de vista, revisten alguna utilidad: textos que informen, que enseñen, que eduquen, que moralicen.
             El filósofo alemán Walter Benjamin denuncia esta manipulación de los adultos, especialmente odiosa porque se dirige a imponer a los niños el sentido de la utilidad, absolutamente opuesto a su concepción sobre la infancia.
No obstante, los niños no aparecen en su análisis como receptores pasivos de la literatura intermediada por el adulto: hay en ellos una forma subjetiva de entendimiento, una libertad para reordenar los materiales, para darles otros sentidos y establecer nuevas relaciones, una apertura facilitada por su particular relación con lo fantástico.
Además, Benjamin señala ciertas “ventanas” por las que el libro infantil se escapa a veces de la finalidad utilitaria con la que fue diseñado por el autor: una de ellas es la relación del niño con las ilustraciones.

A través de las imágenes, concebidas a veces a contrapelo del texto, el libro “respira”. El trabajo de algunos ilustradores parecería establecer con los niños una cierta comunicación, una sintonía, instalada a espaldas de las intenciones pedagógicas de los escritores. Tal vez porque aquellos, al realizar una tarea considerada en ocasiones subalterna, a veces anónima, se desentienden de los propósitos edificantes y proponen su propio juego, en consonancia con el receptor infantil.
            Dice Benjamín:
“Aún en las obras más anticuadas y tendenciosas (...), un elemento suscita el interés: la ilustración. (...)  los artistas y los niños se comunicaron por encima de las cabezas de los pedagogos.”[1] (p. 68)
Para que esta comunicación sea posible, el ilustrador debe tener muy viva la experiencia infantil del vínculo con el libro. En los primeros años, cuando todavía no sabemos leer –en el sentido convencional del término- el libro es un objeto con el que nos relacionamos de otro modo: el libro como objeto, su materialidad, su forma, su tamaño, su textura, su olor, su ruido, sus ilustraciones, que no necesariamente han de ser exploradas de adelante hacia atrás, de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha, como nos dicen los condicionamientos que adquirimos al volvernos lectores.
 A propósito de este tema, dice  Istvan Schritter:
Tómese un libro para chicos. Los hay pequeñísimos y gigantes. De muchas hojas y de muy poquitas. En colores y en blanco y negro. Duros y blandos.
Cualquiera sea, el que más le guste (¡o tome todos si su corazón de niño se lo manda!) y déjese guiar por su instinto infantil.
Hojéelo. Véalo. Léalo. Délo vuelta. Manoséelo.
Escóndase de la mirada del librero, bibliotecario, repositor de shopping o desconcertado/a marido/esposa, según dónde esté... y huélalo y lámalo, que los libros para chicos también tienen gustito... y permítase acariciar con los dedos esa princesa rubia que lo espía por el balcón de Palacio o ese príncipe azul que la enamora desde su corcel.
Después de haber desempolvado su niñez, refrescar y alertar su mirada, y transparentar su corazón.
Después, recién después. Acuérdese de que es docente y que puede educar a partir de él.[2]
De eso se trata, entonces. Una vez recuperada la experiencia infantil, es posible ponerse en el rol de mediador. Cuando se trata de educar a partir de la lectura de imágenes, el adulto sabe, a veces, menos que el niño, que suele ser un experto.
            Es por eso que a los mediadores nos toca aprender a leer imágenes, especialmente si tenemos en cuenta que en la actualidad alfabetizar es algo mucho más complejo que enseñar “las primeras letras”.



[1] BENJAMÍN, Walter. Escritos. La literatura infantil, los niños y los jóvenes. Bs. As. Nueva Visión. 1989
[2] ISTVAN. “Un libro para chicos. Ingredientes y cocción”. Artículo en revista La Obra Nº 959, Ed. La Obra, Buenos Aires, mayo 2001, y en la revista virtual Imaginaria nº 59 (publicación virtual) http://www.imaginaria.com.ar/05/9/istvan.htm. Buenos Aires, septiembre de 2001